domingo, 13 de diciembre de 2015

El nieto de la directora

El nieto de la directora vivía en Parques Verdes igual que yo, que Lucas y casi todos los chicos de sala roja. Pero iba y venía del jardín en colectivo. Todos los días cuando nos venían a buscar él se quedaba hasta que nos habíamos ido todos. Un día que mamá vino tarde porque se le había roto la computadora del trabajo lo vi. Se quedó sentado solo en el pasillo de la entrada, al lado de la dirección, hasta que salió la abuela y se lo llevó.
 - La directora lleva al nieto en colectivo porque dice que así conoce el mundo, que "sale de la burbuja". A mí me parece cualquiera -le escuché decir a mi mamá mientras tomaba el té con la mamá de Lucas.
 - Nos quiere hacer quedar a todas como unas tontas. Pero eso no es bueno para Dieguito, es peligroso. - dijo ella.
Ese día se me grabó el nombre, porque para mí era "el nieto de la directora". Era callado, siempre jugaba solo, no se acercaba a ningún grupo ni tampoco nadie se acercaba a él. No llevaba juguetes lindos al jardín. Pero yo había visto que tenía el auto robot un día que pasé por la casa y estaba en la vereda. Mi mamá decía que la abuela no le dejaba llevarlos para que no se los roben. "Y más vale", yo pensé. Yo le hubiese robado el auto.
Cuando le dije a Lucas que el nieto de la directora tenía un auto robot azul, de esos de luces, que dan la propaganda cuando vemos los dibujitos, abrió la boca y los ojos grandotes. Al día siguiente fue al arenero, donde siempre estaba Diego, y le preguntó por qué no traía el auto robot al jardín. Le respondió que era de su primo Gustavo y que sólo se lo prestaba cuando venía de visita. Entonces nosotros nos fuimos a las hamacas. Diego quedó solo, como siempre. Jugaba solo, caminaba solo, adentro del jardín. Afuera iba de la mano de la directora.
Le conté a mi mamá y me dijo que los nenes repiten como lorito lo que les dicen que digan, o algo así. No entendí bien. Debe ser porque yo también soy un nene. Me molesta cuando mamá habla así. Parece que hablara con la mamá de Lucas, pero me está hablando a mí.
 - Ese nene, encima de egoísta y caprichoso, va a ser un mentiroso. - le escuché decir a mi mamá después, cuando vino la mamá de Lucas y se pusieron a hablar de la directora.
Nadie lo quería a Diego. Por eso estaba siempre solo y nadie se puso triste cuando lo encontraron muerto abajo de la arena. Ya habíamos saludado a la seño para irnos a casa pero cerró la puerta de la salita y no nos dejó salir. Estaba pálida. No quería que miremos por la ventana. Se escuchaban gritos de varias seños y la directora no paraba de llorar.
Miré a Lucas. Justo me estaba mirando con los ojos re abiertos. Le hice señas de "shh" con el dedo, para que no hablara.
Las seños no nos querían decir nada. Nos vinieron a buscar nuestros papás y después mi mamá me explicó que gritaban porque habían encontrado a Dieguito muerto y que eso es muy feo y que nadie sabe nada pero que es un escándalo y que capaz como le pasó al nieto de la directora ahora se iban a fijar más lo que pasa en el parque.
Al día siguiente no fuimos al jardín. Lucas vino a mi casa y jugamos en el patio. La mamá dijo que estaba muy callado y que era mejor que jugáramos para no pensar en el pobre de Dieguito.
 - Mamá me dijo que Diego se fue al cielo. -me contó después de un rato largo sin hablarme mientras jugaba con dos autitos.
 - No le dijiste nada, ¿no? –le pregunté.
Se puso a llorar.
Juramos que iba a ser un secreto que le habíamos hecho comer arena y lo habíamos enterrado. No nos dimos cuenta de que se moría. No estaba mal porque él era malo pero si se enteraban nos iban a retar mucho. Lucas dejó de llorar y los dos pusimos los dedos en forma de cruz sobre los labios y dijimos "prometido". Ese fue nuestro secreto de mejores amigos.
Cuando volvimos al jardín todas las maestras parecían tristes. Vino una directora nueva. A la otra no la vimos más. No se notó que no estaba más Dieguito. Nadie lo quería.

martes, 8 de diciembre de 2015

Lo que estuve tratando de explicarte

No vayamos a lugares especiales, vamos a un sitio común y volvámoslo especial. Es lo que estuve tratando de explicarte.
No intentemos hacer cosas extraordinarias, hagamos cosas cotidianas de una forma extraordinaria. Eso es lo realmente extraordinario. Rompamos todas las reglas, sobre todo esas que nadie impuso pero todos respetan.
Digamos cosas sin sentido. Miremos el mundo como si fuera una fotografía en movimiento. Busquemos la belleza en lo simple, inventemos nuestro propio sentido estético.
Actuemos como nenes, como inmaduros, como locos. No crezcamos nunca.
Hablemos, hablemos, hablemos. Amemos las palabras. Inventemos neologismos. Comparemos lo que decimos con lo que queremos decir. Discutamos. Matémonos verbalmente, en una comunión risueña.
Somos poderosos, creámoslo. Midamos las pequeñas acciones, observemos la caída de la primera ficha de dominó de la fila, hagamos viento. Admirémoslo. Inventemos un mundo. Soñemos, planiemos, adoremos lo que otros soñaron y que hoy nos rodea. Aspiremos a eso. Tengamos la seguridad, hecha religión, de que vamos a dejar nuestra huella... si no puede ser en la tierra, al menos en nuestra mente, y nuestros corazones.
Mirémonos a los ojos y tratemos de comunicarnos. Riámonos de todo. Saquémonos la vergüenza. Animate a agarrarme de la mano y sentir mi corazón. Es lo que estuve tratando de explicarte.
Leeme entre líneas. Hagamos escritura automática, digamos lo primero que se nos ocurre, tiremos pensamientos en bruto arriba de la mesa, hagamos una obra de arte. Es lo que estuve tratando de explicarte.
Bailemos sin seguir ningún paso, cantemos desafinando pero con toda el alma, hagamos ruido, gritemos.
Vivamos en una comedia musical. Vayamos a cualquier lado y conquistémoslo como si nadie hubiese estado allí antes que nosotros. Amemos. Soñemos. Vivamos. Creamos. Seamos felices. Clavame los ojos y no permitas que te baje la mirada. Agarrame la cara y desafiame.
Caminemos, corramos, volemos. Se nos van a debilitar los músculos pero se fortalecerán esas alas atrofiadas. No nos preocupemos por el suelo, total tenemos un ancla atada a cada pierna. Subamos cuanto podamos, acerquémonos a ese sol. No permitamos que nos tiren abajo.
Hagamos nuestros propios tiempos, saboreemos cada instante, y que los relojes sigan, no los necesitamos. ¿Qué nos importan los tiempos del mundo, si esto nos incumbe a vos y a mí? Eso es lo que estuve tratando de explicarte.

Vivamos mientras podamos. Volemos lo que dura este segundo de alegría.