viernes, 31 de octubre de 2014

Infinito porvenir

Mirada dramática,
mirada piraña.
Tiñe todo de rojo.
Son nuestros miedos hechos sangre,
ilusiones putrefactas que deben morir.
Mirada dramática,
dame tu calma,
que vuelva a renacer.
Como ciclo natural,
inviernos y veranos,
esplendor y añoranza.
Son sólo medidas los años.
El ritmo cardíaco
también es una marca.
La caída del cabello,
las cáscaras secas de naranja,
los olores que mutan,
los trinos que callan,
las temporadas bajo el caparazón,
el techo, el cobijo,
o el frío de la calle.
Las baterías que se acaban,
los cilindros de tinta vacíos,
el agua que hierve y se enfría.
Varios millones de ciclos,
que se cruzan en las vidas,
individuales y entremezcladas,
conscientes e inconscientes,
estados alternados cíclicamente.
Alfa, omega, infinito mediante.
Omega, alfa, a un milímetro de distancia.
Deja morir, deja vivir,
el infinito porvenir
tomando decisiones de todas las cosas
al consejo siempre atento,
a un milímetro de distancia.
Consejo de todas las cosas,
que viven y mueren,
conscientes e inconscientes,
despiertas y dormidas,
tomando decisiones
bajo la mirada cercana
a un milímetro de distancia
del infinito porvenir.
Analíticas pirañas.
Dramáticas pirañas.
Trágicas pirañas.
Cíclicas pirañas.

lunes, 20 de octubre de 2014

El día que la ciudad cambió

Dicen que un día, en alguna ciudad cuyo nombre nadie pronuncia, ocurrió algo muy singular.
Parece ser que algo en los cerebros de sus habitantes mutó como por arte de magia y sus percepciones de la realidad se transformaron profundamente. Aunque también hay otra teoría que expresa que sus sentidos no fueron alterados, sino que lo que cambió fue el comportamiento del entorno. Tómese una interpretación u otra, lo que verdaderamente ocurrió fue que a partir de ese día tan extraño, sin previo aviso, como cada día sigue consecutivamente al anterior, ellos vieron cosas que nunca antes habían visto.
Se cuenta que las imágenes que emitían los televisores literalmente salieron de los mismos y se arremolinaron en las habitaciones, las salas de estar y los comedores. Los personajes de las telenovelas fueron vistos amándose y odiándose dentro de las casas. Las imágenes estampadas en dos dimensiones en los envases de los alimentos se volvieron corpóreas y permitieron a los consumidores saborearlas, para descubrir que en nada se parecía ese exquisito sabor por el que habían pagado, al mediocre gusto de las porciones reales que contenían las latas y los paquetes.
Los hechos anunciados por los noticieros no se volvieron más o menos reales, pero por primera vez estremecieron a la audiencia, renovada en su capacidad de percepción y sorpresa.
Las películas de acción, las imágenes de violencia, salieron de sus dispositivos y golpearon a quienes encontraron cerca. Mientras tanto, los signos de paz, las rudimentarias y convencionales representaciones gráficas del corazón humano y otros símbolos diversos saltaron de las paredes, de las telas, de los papeles y las pantallas para entrometerse en los cerebros de los hombres. No se quedaron atrás las ideologías que en forma de slogans habían estado asumiendo desde hacía algún tiempo un rol publicitario. Por igual marcas e ideologías, alineadas en diferentes filas, marcharon por las calles, aturdiendo a los peatones que, malacostumbrados a recibir indicaciones y a cumplir órdenes, no supieron qué debían hacer.
Dicen que la ciudad fue un caos. Nadie sabía cómo calmar semejante avalancha de ideas avasallantes. Se sintieron desprotegidos, conflictuados, débiles, incapaces de asumir un rol. Pero se cuenta que algunos habitantes mantuvieron la serenidad ante las imágenes que se desarrollaban ante sus ojos, y aunque fueron considerados locos, no se inmutaron.
Lo cuentan emocionados, los niños ríen y los adultos se asustan. Todos parecen coincidir en que no es más que una leyenda.
Cuento integrante de la antología Desnudos sobre el Papel, compilada por Carla Demark.
Publicado a través de ROI, proyecto de Editorial Dunken.

domingo, 5 de octubre de 2014

Ridículo

Llegar hasta tu nacimiento
para volver a este plano,
rastreando tus huellas,
comparándolas con las mías.
Tal vez en una de esas
vayamos hacia el mismo lugar.
O coincidamos en otra vida,
otro disfraz dentro de esta misma,
por una casualidad distinta
a la que esta noche me trajo a conocerte.
O tal vez, ¿quien sabe?
me anime a jugarme
todas estas letras en un saludo
y todas las otras vidas en este instante,
ridiculizándome en un gesto terrenal
que no llega a tus talones de cielo.
Dicen que del ridículo no se vuelve.
Pero del amor creo que tampoco.