No me
malinterpreten. No soy un incompetente. Mi jefe es muy detallista. No se le
escapa una. Y no quiero parecer arrogante, ¡pero les aseguro que tanto no me
equivoco! Él siempre encuentra el 0,1% que está mal. Y para él eso es relevante,
lo cual, en realidad, a sus ojos me convierte en un incompetente.
Voy al
grano: todo el tiempo tengo que descubrir si estoy haciendo algo mal antes de
que mi jefe lo haga. Parece una tontería, pero es estresante cuando se vuelve
una forma de vida.
Así es
como me estoy convirtiendo en un ser hipercrítico, disconforme, pesimista,
desagradecido y con autoestima baja. De lo que no hay duda es que así logré
corregir muchos errores a tiempo.
Desarrollé
el hábito de desconfiar, y me está haciendo mal. Pongo todo en tela de juicio,
con la excusa del desarrollo de mi sentido crítico, y evitando que alguien me
diga que estoy haciendo las cosas mal antes de descubrirlo yo.
Desconfío
hasta de mi desconfianza. ¿Y si en realidad lo que borré o modifiqué estaba bien?
Tal vez el error no era tal, sino que equivocación fue creer que lo era. Vivo
en la incertidumbre.
La
magnitud de los cuestionamientos es variable. Ya les dije, se volvió una forma
de vida. Si veo un gato de cuatro patas, ya me pongo a pensar si no tendrá una
quinta. Ahí no está mi jefe para controlar si vi cuatro o cinco patas. Lo digo
en sentido figurado, pero ¿entienden a lo que voy? ¡Necesito estar seguro de
mis afirmaciones!
Descubrí
muchísimas cosas que funcionan mal o tienen errores en los muebles y artefactos
de mi casa, faltas de ortografía en los diarios, mala calidad de los productos
que consumo, falencias en los argumentos de mis amigos, falta de criterio en
muchas conversaciones. Cumplo mi deber arreglando lo que no funciona, quejándome
por la mala calidad, corrigiendo los errores ajenos.
Tal vez
debería dejar de trabajar para mi jefe. Pero bueno… uno tampoco puede
cuestionarse todo en la vida.