domingo, 28 de abril de 2013

De ningún valor o efecto; nulo


Lo decido,
me despego de todo,
me armo un mundo propio
y lo vivo.

Me enojo
y me doy la razón.
Apocalíptica emoción.
Y me duermo.

Me escondo,
te busco y te borro,
elijo volver a elegir,
cambiarme y salir.

Me conformo,
me río y me deformo
en escenarios ilusorios
que encajan con otro rol.

Te sueño,
te pienso como pienso que pensás.
Te armo, te revelo,
te desconozco una vez más.

sábado, 20 de abril de 2013

Algún científico lo explicará


Un pedazo de cielo se propuso perturbarme. Le dijo a sus tristezas que titilaran con más fuerza para que yo vea una estrella. No, justo al revés.
Le dijo a sus fuerzas que estrellaran con tristeza para que yo las vea titilar. Tampoco.
Le dijo a sus estrellas que titilaran con más fuerza para que yo vea una tristeza (ahora sí), como de luces reflejadas en ojos llorosos.

Nadie derramó una lágrima, nadie quiso extrañar de antemano. Pero el mundo algo sabe. Hay quienes dicen que hay un destino, que todo está escrito. Que las pistas se nos presentan para agarrarnos desprevenidos y hacernos pensar.
¿Y qué tal si no es así? ¿Qué diríamos si en realidad el mundo sabe algo de antemano y lo quiere comunicar? "¡Las estrellas nos están advirtiendo futuras lágrimas!" diría algún sabio con ese tono de voz "de refrán" que da la experiencia, el mismo tono que tantos tontos intentan imitar en vano. Más difundidos los saberes, el rumor sería noticia. "Más de cien personas sintieron anoche el vacío entre el corazón y el pecho; anuncian nostalgia", rezaría mañana el titular de un diario.

Pero no puedo dejar de creer (o intentar creer, sólo por lo hermoso que sería que fuese cierto) que no es el Universo, ni el mundo, el que sabe. Y desde luego, no serían cien personas las que lo sienten en este caso. Algo de nosotros sabe.
Alguna parte de nuestros cerebros lo percibe. Y será inexplicable hasta que un científico pueda expresarlo.
Mi cabeza sabe por qué el vacío, por qué las estrellas brillantes y llorosas. Mi cabeza lo sabe, yo no.
Nuestros cerebros entienden por qué justo mientras mirabas hacia la dirección por la que me iba, di vuelta la cabeza yo también y nos saludamos por última vez antes del viaje. Nosotras no.

miércoles, 17 de abril de 2013

Las palabras que me faltaba escribir


No sé si te habré contado
que tengo una obsesión
con los perfumes.
Me quedan en la vida impregnados,
de mis recuerdos colgando
y pobre de mí si trato
de deshacerme de alguno de ellos.

No sé si te habré contado
que tengo memoria visual
y las imágenes se me repiten
con los ojos cerrados.
Así voy creando lazos
irreversibles, entre lo soñado
y lo nunca olvidado.
Es una mala costumbre.

Seguro que me faltó decirte,
me faltó escribirme,
que he buscando por las calles
olvidar algún perfume, alguna imagen,
y qué mala suerte, los encontré.

Y ahí me dí cuenta
que no te había contado
que tengo una obsesión
con los perfumes,
que tengo memoria visual
y también tengo derrumbes.

sábado, 6 de abril de 2013

Lista de algún verano


Alimentar mi locura por orgullo.
Jugar una carrera sola y no dejarme ganar nunca.
Llenar de odio mi cabeza.
Llenar con recuerdos una jaula que era para mariposas.
Clavar banderas en el aire.
Cuestionar todo y no negar nada.
Buscar conclusiones sin armar hipótesis.
Buscar desilusión armando juegos de diferencias.
Dar amor en el anonimato y esperar aplausos.
Enviar sentimientos sin remitente y exigir una respuesta.
Mirarme desde afuera pero invertida.
Conocer el próximo segundo.
Jugar a que soy otra hasta que no soy ninguna.
Podar el árbol de las palabras para que crezca mejor.
Sonreír en soledad.
Enumerar cambios sin poder ver las causas.
No saber callar a la cabeza y olvidarme de dormir.
Callarme por orgullo.
Decirlo todo por impotencia.
Perder mi religión y ganar mi confianza.
Amar mi soledad mientras deseo la compañía.
Ensayar una expresión de sorpresa y darme cuenta de que voy a mentir.
Decir verdades en poesía y mentiras en excusas.
Ser espectadora pero terminar subiéndome al escenario y siendo parte de la farsa.
Confiar en que nadie me va a tomar en serio y reprochar la indiferencia.
Recordar una canción olvidada.
Sentir mi estómago y sospechar que se comió a mi corazón.
Llenar mi tiempo con cosas inútiles que creo útiles.
Buscar metáforas para todo y en todo una metáfora.
Esconder y negar todo mientras preparo mi Hiroshima.
Obligar a reír conmigo y no de mí.
Reírme siempre.
Llorar por todo y nada.
Entrenar sin saber si hay competencia.
Armar anagramas con recetas e instructivos.
Relacionar todo.
Esconder la sorpresa cuando es auténtica y darme cuenta de que estoy mintiendo.
Desarmar mi cabeza y siempre sin querer dejar alguna ficha fuera de lugar.
No conformarme con menos.
Armar una escenografía para mis sueños.
Mentirme en la sensación de que no hay nadie más, ni acá ni en tu cabeza.